Rímel, bíceps y escritores

Me uno a Picnic no por mi belleza, obvio. La idea surge de un incómodo (para algunos) artículo que publiqué en la revista Estandarte.com sobre los escritores más bellos de la historia. Así, sin complejos. Se trataba solo de mostrar una colección de rostros, una galería de imágenes en la que ninguna, ojo, ninguna importancia tuviese la calidad de sus textos, sino solo lo que el autor encontrase cada mañana en el espejo, antes de ponerse a escribir. ¿Puede haber algo más frívolo e inofensivo que ese ejercicio casi facebookiano de “Me gusta”/”No me gusta”?

No tardaron en brotar voces ofendidas. La inmoralidad intelectual de elogiar a un escritor por su apariencia, no por sus textos. El cansino ataque feminista, acusándome de destacar la belleza de las mujeres, no de los hombres (a la crítica le faltó darse cuenta de un detalle: ya habíamos publicado la lista de guapos, precisamente para esquivar la facilona acusación machista). La inutilidad de nuestro listado.

Por supuesto que se trataba de un listado inútil. Bienvenida la blasfemia de quitar hierro al puritano ambiente literario. ¿Acaso debemos, los que nos dedicamos a fomentar la literatura, enarbolar en todo momento la bandera de la seriedad académica y la verdad crítica? Perverso y aburrido sería un escenario de publicaciones literarias en las que solo se hablase de frivolidades del mundo artístico y editorial, pero ¿por qué lo contrario? Con la lúcida desvergüenza de la juventud leo esta frase escrita por la poeta Luna Miguel en un blog, “La belleza no es frivolidad, es simplemente belleza”. Amén. Ojalá todas las frivolidades que sufre el mundo de los libros fuesen estas. Mucho más dañina me resulta la de publicar la crítica de un libro sólo por nuestra relación personal con el autor. O hacerse eco de una obra simplemente porque queda bien hacerlo, por ser el must read del momento. Ahí sí jugamos con fuego, y lo que acaba quemándose es la propia literatura.

Revista Picnic

Será que trabajar con esa materia volátil y escurridiza de la creación intelectual nos hace temerosos de más ante lo superficial, pero ¿qué peligro existe si marcamos bien el territorio? Repito: el juego era encontrar guapas y guapos, sin importar sus textos. Autoras bestseller que jamás leería el que esto firma conviven en el mundo de lo bello con alguno de sus autores fetiche. En aquella particular y, claro está, subjetiva selección compartían escenario Zadie Smith y Valeria Luiselli, Paolo Giordano y Chuck Palahniuk, Carmen Posadas y Clarice Lispector…

“Poetas, enseñadme los bíceps”, grita Ramón Buenaventura en un verso, y suena a blasfemia en las catedrales del biempensante y hermético mundillo literario. Poneos rímel, novelistas. Haced deporte, poetas. Por si os sacan en algún listado. Pero, cuidado, los guapos no escriben mejor. Sólo ganan en las fotos. Por desgracia, la belleza no se contagia. Tampoco la calidad literaria.

Publicado en el número 48 (octubre-noviembre) de la revista mexicana Picnic.

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